miércoles, 9 de junio de 2010

Capítulo 1

Los leves rayos de sol que golpean mi rostro son suficientes para que me despierte. Abro los ojos con pereza, realmente estaba teniendo un buen sueño y no me gusta tener que dejarlo para enfrentarme a la realidad de un nuevo día.

La tenue luz del alba ilumina algo que no merece ser llamado llamado sala. Mis cinco hermanos menores están durmiendo, así que prefiero dejarlos que descansen durante un poco más.

Consigo peinar un poco con el roto cepillo de tres puntas que tenemos mis rojizos y cortos cabellos. Aunque creo que estaré más cómoda si me hago una coleta. El elástico está ya muy usado por el paso de los años, y no creo que aguante mucho más, pero al menos sirve para darme algo de visibilidad y comodidad.

Salgo de la choza que tenemos por hogar, justo cuando el Sol empieza a salir de verdad. No me importa hacer ruido, porque empieza a ser la hora en la que todos deberían estar despiertos. Aún teniendo en cuenta lo temprano que es, ya hay gente levantada, y no sé por qué. Pero como siempre me hace sonreír el intercambiar saludos mañaneros con los vecinos que me tienen algo de cariño. Vuelvo a casa, como de costumbre con el cubo lleno del agua que nos servirá de sustento todo el día.

Al volver observo que Nate ya está despierto, y por o que puedo ver está partiendo el pan del desayuno. Sonrío y dejo el cubo a un lado, tapándolo con una camisa para que no ensucie más.

-Buenos días -Le digo con una sonrisa, sentándome a su lado. Él gruñe algo y me tiende un poco de pan, pero es su manera especial de darme los buenos días. Supongo que se ha tenido un mal sueño o no hja dormido bien; siempre hace lo mismo cuando le pasan esas cosas.

Como es mi tradición, y mi gran deber como hermana mayor y pesada que soy, planea algún comentario sarcástico para ponerle de los nervios. Sin embargo, cuando ya he abierto la boca para decírselo, mis felinos oídos captan un silbido lejano.

Intercambio una mirada algo preocupada con mi hermano pequeño, el tiempo suficiente para saber que él también lo ha oído. Solo son dos segundos, ya que acto segundo empieza la súper fiesta, aunque ambos mantenemos la mirada fija en los ojos amarillos del otro.

Es un gran estruendo, el de algo cayendo pesadamente y estallando, así que supongo que son bombas. La luz de las explosiones más cercanas ilumina la parte derecha del rostro de Nate, ya que es la que está del lado de la abertura que deja ver la frontera con el territorio humano. La misma luz también ilumina el lugar donde cuatro pequeños aún duermen.

-Humanos -Con un deje de asco, mi hermano pronuncia esas palabras una vez las explosiones se hacen más y más lejanas-. Y sus estúpidas pruebas con explosivos. Lo único que quieren es usarlo como excusa para matarnos a todos.

No asiento, aunque le doy la razón mentalmente. A veces ocurre, los humanos se dedican a practicar con sus máquina de matar muy cerca nuestro, aprovechando la excusa de que la aldea hace frontera con sus territorios. De vez en cuando muere alguien por estar demasiado cerca, o por culpa de las radiaciones. Fue lo que le pasó a Quiel, mi mellizo, cuando era tan solo un bebé.

Todo el mundo en esta aldea, sin excepción, odia a los humanos. Aunque tal vez Nate sea el que los odie más. Nos arrebatan nuestros terrenos, se llevan incontables vidas, y a veces toman a nuestros seres queridos para que les sirvan. Fue lo que hicieron con mi padre y el de Nate.
Nuestra madre nunca nos lo contó. Sin embargo, cuando caes bien a varias de las ancianas del pueblo porque te han visto caer, puedo obtener cierta información. Rilch, se llamaba. Tenía el mismo tono de rojo que yo en el cabello, y sus ojos eran igual que grandes y amarillos que los de Nate y yo. Pero un día, poco después del primer cumpleaños de mi hermano pequeño, los humanos llegaron en sus grandes máquinas y se lo llevaron, para esclavizarlo. Honestamente, nunca he tenido la esperanza de ir a buscarlo. A lo mejor ha tenido suerte todos estos años y ha logrado sobrevivir. Nuestra madre solo le dedicaba comentarios de “era un gran padre” de vez en cuando, supongo que para no hacerse más daño. Así que, por mucho que quiera o lo intente, o por mucho parentesco sanguíneo que tenga con él, no puedo sentir ninguna clase de amor hija-padre hacia Rilch. Ni siquiera lo recuerdo.

Nuestra madres estuvo muy mal durante muchos años, hasta que conoció a su segundo esposo, Leereh. Él es el padre de los otros cuatro, por eso ninguno tiene el pelo rojo o negro, como Nate y yo. Mamá murió poco después de dar a luz a Lulu, a más pequeña de mis hermanos. Después de eso, Leereh dejó de hacerse cargo de nosotros. Gastó todo su dinero en bebida y “damas de compañía”, y en un ataque, estando borracho, incendió nuestra casa, convirtiéndola en la chapuza que es ahora. Usó la depresión causada por la pérdida de mi madre como excusa a sus actos, pero nunca le creí. Yo misma me encargué de matarlo a golpes a modo de venganza. Su rostro quedó tan desfigurado que tardaron mucho tiempo en reconocerle. Y no me arrepiento en lo más mínimo.

-Hey. Xin -La voz de Nate me sobresalta, devolviéndome al presente-. ¿No vas a desayunar?

Me doy cuenta de que aún tengo el pan que me dio antes en la mano, a´si que decido comer un poco- También descubro que los gemelos ya están despiertos, por lo que arman el suficiente escándalo para despertar a la pequeña Lulu y el joven Meelah.

¿Cuánto tiempo soy capaz de concentrarme en algo y no pensar en absolutamente nada más?

Ciando termino de desayunar, obligo a los gemelos Pittu y Rittu a que vayan a buscar comida para almorzar y cenar. Me bastaría con una rata para poder alimentarnos, aunque hay épocas en las que tenemos que contentarnos con los insectos comestibles, ya que por aquí abundan. Sin embargo, no son tan asquerosos como pensaba al principio. Supongo que es por eso otras especies los comen.

Meelah me ayuda a a barrer lo que queda después del almuerzo (unos pequeños ratones que estaban en el lugar equivocado en el momento equivocado), y no puedo hacer más que darle algo de agua para agradecérselo. Solo nos queda la mitad del cubo, y queda aún algo de tiempo hasta que nos vayamos a dormir, así que habrá que repartirla bien en la cena. Al menos parece contento, como siempre, a pesar de que hemos tenido que quitar una mosca ahogada del cubo.

Creo que es mi rutina, desde que nos quedamos sin padres. Todos los días, después de comer, recoger, y asegurarme de que mis hermanos están bien, subo a una colina que no queda muy lejos del centro de la ciudad, algo alejada de la frontera de los humanos. Poca gente se atreve a subir hasta aquí, así que está muy tranquilo. Y tiene unas vistas impresionantes.

A mi derecha, la extensa vegetación de bosque, que nos impide la comunicación con otras aldeas. La única forma de viajar es yendo a la ciudad, y para ello tienes que estar casado. El bosque que tengo a unos metros es una trampa mortal, hay alambres colocados por todas partes, y es imposible dar más de dos pasos sin poner en peligro tu vida. A mi izquierda hay una plantación gigantesca, hasta donde alcanza la vista, de esas plantas que los humanos llaman “colas de gato”. Es una broma muy mala, pero he de confesar que esas graciosas plantitas siempre logran subirme el ánimo. Frente a mí, la aldea. Gente yendo de aquí para allá, casitas pequeñas, algunas construyéndose, otras a medio caer... El aura de pueblo pacífico que es. Más allá de la larga muralla, formada por bloques de cemento medio rotos, llanura. Una llanura perfecta, sin el más mínimo rastro de vegetación, que ni siquiera deja ver los puntos más altos de la ciudad humana más cercana. La llanura está únicamente salpicada por los cráteres que generan años y años de lanzar bombas para practicar su fuerza. Justo detrás mío, no muy lejos, agua. No sé por qué, pero este agua verde y estancada hace que se me ericen los pelos de la cola. Por alguna razón, más allá de mi semi-felinidad, odio el agua. En concreto, odio este agua.

Me tumbo en la hierba, intentando pensar en alguna cosa, como siempre. Pasa un buen rato, aunque no soy consciente del tiempo, a lo mejor son un par de horas, cuando oigo unos pasos acercarse y abro los ojos, lista para atacar o huir en cualquier momento. Sin embargo, las orejas de gato que aparecen dan paso a la melena negra y despeinada de la cabeza de Nate. Sonrío levemente y él se tumba a mi lado, en silencio.

Pasamos un rato en silencio, escuchando simplemente nuestro respirar, el viento soplando en nuestra cara y algún que otro pájaro que canta en las ramas más altas del bosque.

-Xin...

-¿Qué?

-...Nada

Suspira, y puedo oír como da unas vueltas en el lecho de hierba. Vuelve a llegar el silencio durante un largo rato.

-Xin...

-¿Qué?

-...No te irás, ¿verdad?

Me quedo callada un momento. No es que no sepa como responder, creo que en realidad lo que ocurre es que la pregunta es tan obvia que no merece ni siquiera formularla.

Lentamente, me giro para mirarle a los ojos. Parece algo avergonzado, porque está encogido y mirando a todo lo que no sea yo. Simplemente le acaricio la cabeza con una mano, aunque no puedo evitar sentir que en la sonrisa que esbozo a continuación, hay algo de tristeza.

-Claro que no, tonto -Murmuro-. No puedo irme y dejarte solo, al cargo de los demás, ¿no crees?

A pesar de que Nate sea un chico, a pesar de que normalmente a su edad ellos están más desarrollados que yo a la mía, y que él solo sea un año menor que yo, mi hermano sigue teniendo el aspecto de un niño puro e indefenso. No tiene marcados los músculos, ni una mirada potente y seductora, ni nada parecido a lo que tienen el resto de los chicos. Supongo que es de esa clase de chicos que es imposible de imaginar abrazando a una chica y diciéndole que la protegerá, o alguna cursilada así. O a lo mejor es solo porque es mi hermano, y no quiero imaginarlo abrazando a ninguna chica que no sea yo, que he pasado mi vida abrazándolo. Quién sabe.

-Todas las chicas de tu edad se están casando -Nate vuelve a sacarme de mis pensamientos con sus susurros, acercándose un poco a mi, mientras yo le rodeo con los brazos, en un cálido y reconfortante abrazo de hermana mayor.
-Ni siquiera sé qué edad tengo, Nate -Le recuerdo. Y es verdad, ya que no tenemos calendarios, ni relojes, ni nada parecido. Aunque algunas en la aldea, las que me conocen desde que soy un bebé, dicen que tengo diecisiete. La edad del matrimonio, donde las chicas como yo tenemos que empezar a casarnos.

-Si te casas, conseguirás dinero -Me recuerda mi hermano-. Y podrías irte a la ciudad. Tendrías una buena vida.

-No quiero casarme. No si no podéis acompañarme. Si te quedaras solo con los demás, no duraríais ni una semana.

A lo mejor es pasarse un poco, pero no quiero imaginarme, bajo ninguna circunstancia, cómo sería la casa si yo no estuviera al cargo, si no dijera cuando se duerme y cuando se come, si no fuera la hermana mayor que protege a los pequeños. Nate queda en silencio un rato, hasta que vuelve a hablar.

-Xin... -Murmura contra mi pecho.

-Dime...

-Te quiero. No nos dejes, ¿vale?

Suelto una pequeña risa, con el objetivo de tranquilizarle.

-Es una promesa. No os dejaré jamás.

Pasamos un rato abrazados, como hacíamos para dormir las noches después de que se llevasen a mi padre, cuando mi madre se pasaba mucho tiempo llorando, hasta que lograba dormirse, o simplemente se quedaba sin fuerzas.

Cuando noto que está anocheciendo, me levanto. Hemos estado varias horas allí, y va siendo hora de la cena. Sin embargo, noto algo.

-Espera -Pongo una mano en el pecho de mi hermano pequeño, parándole.

-¿Qué pasa? -Pregunta este, extrañado.

Sí, eso es. Lo veo. Es una mancha negra. Parece que salta el muro-frontera y se adentra en la aldea. Entorno un poco los ojos y parpadeo, por si es algo que se me ha metido, pero sigue ahí, moviéndose.

-¿Lo ves? -Le pregunto, entre murmullos.

-¿Que si veo qué? -Nate parece no entender nada, y mira hacia donde cree que estoy mirando sin encontrar nada.

-Esa mancha negra. No me digas que no la ves -Señalo hacia donde está, moviéndose de un lado hacia otro como si estuviera borracha. Desvío un momento la mirada de ella, para mirar a mi hermano.

-...Xin, yo no veo nada -Vuelvo a girar la cabeza, hacia donde he señalado, y me quedo con la boca abierta. La mancha ha desaparecido.

Volvemos a casa hablando sobre lo raros que son los chicos de la aldea, lo raras que son las chicas de la aldea, y lo raras que son las parejas que se casan de vez en cuando y viajan a la ciudad. Aunque no puedo dejar de ver a la mancha negra paseándose por ahí cada vez que parpadeo.

Cuando cierro lo que tenemos por puerta con la madera vieja que usamos, observo que los gemelos ya están asando la rata que consiguieron cazar cuando se los mandé. Solemos cazar por la mañana y dejar lo más gordo para por la noche, pues es cuando hace más frío, y necesitamos estar mejor alimentados. Sus colas color oro se mueven rítmicamente, mientras esperan que la carne esté echa del todo.

La comida está lista al cabo de un rato, así que partimos el animal en seis y nos lo repartimos.

Estoy a punto de incarle el diente a la cena, cuando mis orejas felinas escuchan un silbido, muy similar al que se produce antes de que una bomba caiga. Solo que más cercano. Se mueven un poco al captar el sonido, pero el movimiento se hace mayor cuando escuchado algo caer, detrás nuestro. Giro la cabeza rápidamente, dispuesta a cualquier cosa para salvar a mis hermanos de toda clase de peligro. Algo negro cae sobre la madera que tenemos como puerta, que no puede aguantar tanto peso y se desploma, haciendo que la cosa negra caiga al suelo de la choza.

Nos quedamos en silencio un momento. A pesar de que tengo la vista fija en lo que ha caído, noto como mis hermanos intercambian algunas miradas, con algo de miedo. Aunque es normal, ¿no?

Como soy la mayor, y la que sabe defenderse y atacar mejor, siempre me siento más cerca de la puerta, por si llega algún peligro. Así que soy yo la que se acerca muy cuidadosamente a la cosa negra.

Al llegar a su lado, le doy la vuelta, para que quede boca arriba ahora, en un segundo, me ha quedado claro lo que es.

Es divertido, porque lleva una capa, pero le da exactamente el uso contrario al que los semi-humanos le damos aquí. Le cubre como una mancha negra todo el cuerpo, y si estuviera en pie, es posible que convirtiera todo su cuerpo en una gran sombra.

Teniendo en cuenta que este pueblo está en la frontera, de vez en cuando es normal ver gente llevando este tipo de ropa. Ellos la usan para tapar cualquier evidencia de su semi- humanidad, intentando que así no les detecten y les dejen pasar al territorio de los humanos, con la esperanza de llegar a alguna ciudad y vivir en mejores condiciones. Yo lo habría echo tras asesinar a Leereh, de no ser porque sé que es un suicidio. Las capas no van a ocultarte por siempre, hay un largo camino de varias semanas de aquí a la ciudad humana más cercana, y cuando descubren a un semi-humano que no tiene la marca de haber sido llevado por los humanos. O al menos, eso es lo que dicen los que cuidan la salida de la frontera cuando ven a pequeños jugando demasiado cerca de ellos.

Sin embargo, este cuerpo que respira pesadamente y que tengo frente mi, parece llevar al atuendo con exactamente la versión contraria a la misión que le damos aquí; para cubrir su falta.

No tiene orejas, como puedo percibir tocándole la parte superior de la cabeza, aunque sí las orejas humanas que también poseemos nosotros. Tampoco hay rastros de branquias en el cuello o escamas en su piel. Sus dientes son algo menos afilados que los míos, y como es obvio, no tiene ni cola ni alas. Es un humano, y ya no tengo duda de ello.

Me aparto de un poco, asqueada por mi primer contacto físico con un ser como él, a los que tanto odio. El chico parece joven, no más alto que yo, y tiene la barbilla ligeramente afilada. Unos largos y ondulados cabellos castaño oscuro le caen por toda la cabeza, y sigue respirando por dificultad. Supongo que es eso lo que me hace pensar que está a las puertas de la muerte.

No me he dado cuenta, he perdido por completo la razón del espacio, así que giro la cabeza para ver a mis hermanos. Nate está al frente, como si fuera a protegerme en cuanto fuera necesario, aunque sé lo asustado que está. Mientras, al fondo, los demás están unidos en un abrazo temblar, temblando levemente.

Le sonrío levemente al rostro preocupado de mi hermano, ya que el humano parece herido y no creo que pueda moverse. No pienso prestarle la más mínima ayuda, y pienso en lo bien que lo voy a pasar viendo como muere de dolor. Lo sentiré como una muy pequeña venganza por todo el mal que nos crean los humanos.

Me levanto lentamente, mirando a la bolita temblorosa de abrazados que me miran, lo más alejados de lo que queda de la puerta como pueden , pero sin perderse detalle de lo que pasa.

Creo que estoy tan preocupada por ellos, que solo puedo oír el final de un silbido demasiado cercano.

Ocurren varias cosas casi al mismo tiempo; Una bomba cae a muy poca distancia de la frontera, lo cual me recuerda demasiado tarde que era la hora de las bombas de la noche. La explosión provoca un fuertísimo estruendo, y un fuerte viento que llega a traer algo de arena a notros, un poco de ella se queda pegada a los restos de carne de rata que sigue en el fuego. Algo aprovecha el ruido y la confusión del explosivo para agarrarme el pie con mucha fuerza, algo muy frío. Me lanza contra el suelo, y yo tengo los suficientes reflejos como para poner las manos, pero me hago en ellas el gran daño que he evitado que sufra la cabeza. Sin embargo, algo ocurre en mi pie, algo muy doloroso, y me siento totalmente inmóvil. La misma cosa que me agarró el pie me levanta y me carga sobre su hombro, haciendo que mi cabeza y tronco queden en su espalda. De esta forma, puedo ver la mirada horrorizada de mis hermanos al ver como el humano y yo marchamos a gran velocidad.

Intento gritar, resistirme o huir, pero es imposbile, estoy segura de que el humano ha paralizado mi cuerpo. Solo siento un dolor agudo que me recorre todo el cuerpo, y se centra en el punto que la fría mano del chico ha tocado para paralizarme. Cuando ya hemos pasado la plaza de la aldea, empiezo a ver a Nate corriendo muy rápidamente, y llego a tener la espranza de que nos alcance y pueda salvarme. Mi raptor sigue corriendo, aumentando la velocidad al sentir que Nate nos alcanza. Yo consigo reunir la fuerza necesaria para extender la mano en un mero intento de agarrar a mi hermano, cuando el humano que me lleva y yo entramos con mucha rapidez en la trampa mortal, el bosque.

Y comprendo que con esto ha acabado todo. Nate no puede seguirnos dentro de un lugar como este, no solo porque se lo tengo prohibidísimo, sino también porque sabe que es un suicidio, y que acabaría muerto a los dos metros. Es más, me pregunto cuántos lugares de mi cuerpo están sangrando en este momento, porque no siento nada que no sea la punta de los dedos de la mano.

Mi teoría se afirma cuando oigo con fuerza a mi hermano, gritando mi nombre.

·-·-·-·-·-

Este testamento que acabáis de leer, no es ni más ni menos que mi nuevo proyecto de libro. Se llamará Xhirze, por motivos que son spoiler :D!
Publicaré todos los capítulos, información extra y demás en un blog que acabo que crear. Espero que esta vez no me de por dejarlo, de nuevo, a medias. Es que me siento demasiado afín con la historia como para dejarla.
¡Por cierto! El proyecto tiene millones de referencia a Los Juegos del Hambre (The Hunger Games - By Suzane Collins). Quién no lo haya leído, ya está tardando ò_ó
¡Casi se me olvida! No olvidéis echarle un vistazo y comentar en:

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